miércoles, 5 de junio de 2013

Ernst Haas






Al ver las fotografías de Ernst Haas tengo la sensación de que más de una frontera se diluye en el campo de arte. Al parecer, la cercanía entre fotografía y pintura supera la prueba de los materiales a la que la somete Jacques Aumont en El ojo interminable, en su rastreo de las relaciones entre cine y pintura. Si bien la imagen en movimiento no logra alcanzar a la pintura en su cualidad de crear sistemas que organicen las manchas de color o si, por el contrario, la pintura no logra fijar lo fugitivo, lo impalpable, ese “el viento que mueve las hojas” como explica Aumont, aún existe un territorio de coincidencias entre pintura, cine y fotografía: el fotograma. Es en la imagen fija, esa que constituye el torrente de lo que se mueve donde se diluyen las mezquindades respecto a qué expresión responde la imagen fija y a qué terreno pertenece el movimiento. Ernst Haas anuda con el color la diatriba entre cine, pintura y fotografía; generosamente y, también, amorosamente da al movimiento un lugar a partir de la mancha. Esa mancha que en fotografía genera lo que se mueve y que en cine es el barrido que hace transición para generar la sensación de movimiento. Haas muestra la belleza de lo que está fuera de la nitidez, fuera de lo en foco. Su mirar hace pensar que el movimiento es color o que el color hace ver lo que se mueve. Las manchas de Haas colocan la mirada en aquello que pasa inadvertido ante nuestros ojos y en nuestra relación con la movilidad. Del mismo modo que en el caminar acontece un levísimo pero necesario estadio de desequilibrio entre un paso y otro, sus imágenes recuerdan la mediación de lo inestable en lo estable. Así, Haas Posa su mirada sobre la ligazón de las cosas, sobre lo intermediario. Hermosamente nos recuerda la complementariedad de los opuestos   

El barrido o la mancha que simulan lo que se mueve guardan el testimonio de ese otro esfuerzo por guardar lo fugitivo: el paso inexorable del tiempo. Entre las hojas que se mueven hay un viento que las mueve en su transcurrir. Ciertamente el cine lo atrapa gracias a sus logros técnicos, pero la fotografía y la pintura conservan el sueño quimérico de poder sentir su paso implacable en lo fijo. Haas es la expresión de ese oxímoron que es el retrato del fluir del tiempo. El cine tiene la fortuna de hacer realidad este sueño pero es demasiado petulante como para enterarse de ello. Mientras tanto, la fotografía, en el ojo de Ernst Haas, humilde y sencilla, toma del mechón la calva ocasión y nos muestra serenamente ese retrato.












Fotografías de Ernst Haas tomadas del álbum dedicado al autor en la página del Aula de Especialización Fotográfica publicado en Facebook el día mismo día que se publica esta entrada.   



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